18 abr 2011

Oscurece en Edimburgo, ya en Segovia

No pierdas tiempo pensando que podría ser. Inténtalo, casi siempre es posible y en último caso lograrás algo inesperado, que igual te satisface más.” (Francisco Concepción Álvarez).
Esta es la frase con la que se cierra Oscurece en Edimburgo, mejor dicho, no la novela, sino el volumen donde está publicada la primera edición de la novela. Siempre hay alguna sorpresa cuando uno tiene un libro entre las manos, y quizá no debiera haber desvelado ésta, pero no lo he podido evitar, porque resume con precisión todo lo que ha ocurrido con esta novela que nació como nacen los sueños. Fue una semilla que llegó a enraizar, que creció y que se convirtió en fuerte árbol… Tanto que ha saltado de las pantallas de los ordenadores a la materialidad de un libro de 341 páginas de papel levemente ahuesado, encuadernado en rústica.
Esta mañana, al fin, ha llegado hasta mí. Venía bien embalada, tanto que me ha costado un triunfo poder desnudar el disfraz en el que me la ha enviado nuestro editor. Y no me extrañan tantas precauciones, porque
si en la aduana o en el aeropuerto o en cualquiera de las oficinas de correos en que ha estado hubieran visto la belleza de esta criatura, alguno la habría secuestrado…
En cuanto la he liberado, el perfume inconfundible de los libros recién salidos de la imprenta ha inundado la oficina. Es un olor que me gusta. Me resulta familiar, querido, el de una dura tarea que se ha concluido con éxito.
Ya lo escribí el otro día cuando me llegó la primera fotografía de la criatura en las manos de nuestro editor-coautor-amigo –menudo papelón-. Pero esta mañana, lo primero que he tenido que hacer, después de desvestirlo, ha sido sentarme. Una emoción intensa me llenaba. La sensación era la misma que sentí con los otros cinco libros, pero multiplicada por mucho. No es mi primer libro publicado. Es el sexto, y creo que por no ser mío en exclusiva, es por lo que esta emoción ha aumentado tanto.
Cuando el autor recibe su criatura, como recién nacida, sin embargo ya sabe que no es suya, que acaba de empezar a salir por la puerta, camino del corazón de los lectores (o esa es nuestra pretensión), pero durante las primeras semanas o meses, todavía no lo alejamos de nuestra mirada. Es como cuando nuestros hijos de carne y hueso, van a jugar al parque por vez primera con sus amiguitos y amiguitas. Ya son autónomos para eso, sí, ya se organizan entre ellos, pero los padres estamos por allí cerca, con un ojo avizor, no vaya a suceder cualquier desgracia. En este caso siento que me cuando me han llegado estos ejemplares para la promoción en esta parte de España, no se trata de la promoción de mi libro, sino que soy el representante de otras seis magníficas personas y estupendos escritores. Y por ello tengo que cuidar todo al máximo. Con los otros libros, si algo fallaba, el perjudicado sólo sería yo, tampoco es tan grave el problema. Ahora no, ahora no soy yo sólo quien juega esta baza, conmigo están siempre Ana, Anabel, Dácil, Francisco, Inma y Marcos. Y a ellos no les puedo fallar y no lo haré.
Subo los ojos al párrafo precedente y me doy cuenta que se me puede malinterpretar… No se trata de un deber oneroso o de una carga que me arrumbe. Al contrario, es un trampolín, un impulso, un empujón para romper cualquier timidez, para vencer cualquier vergüenza, para llamar a todas las puertas con ilusión, con una sonrisa, con insistencia, sin desmayo. No estoy solo en este empeño, hasta donde mis fuerzas y mis recursos puedan, haré posible porque esta novela que ya tengo en mi poder físicamente, tenga una andadura larga y firme.
Llegará un momento en que sólo serán los lectores y los críticos quienes la sitúen en el lugar que le corresponde. A ese veredicto se somete un escritor voluntariamente cada vez que publica. Es el riesgo que tiene esta tarea –como cualquier otra que dependa de la aceptación de los demás-, y por tanto de antemano tenemos que tener asumido el posible fracaso, las críticas negativas, etcétera… Incluso hemos de tener asumido el fracaso absoluto.
Cuando un escritor publica es porque alguien (empezando por él mismo, claro) confía en la obra. Pero nunca se puede tener la seguridad absoluta. Y cuando llega este instante en el que el libro aún huele a tinta fresca, el vértigo se hace un hueco en la mirada. El buitre de la pregunta carroñera llega sin haberla convocado, como si ya hubiera vislumbrado un cadáver en el camino. Pero esa pregunta, en este caso, hay que desterrarla antes que en otros.
Oscurece en Edimburgo tiene el respaldo de muchos lectores que han sido testigos en vivo y en directo de la formación de esta criatura. Esta novedad absoluta en el mundillo de la literatura –aunque no suponga ningún valor añadido a la calidad del texto (¿o sí?)-, es un aval para saber que no habrá fracaso. Habrá más o menos difusión, habrá más o menos lectores, pero fracaso, lo que se dice fracaso, no.
Una vez calmadas, más o menos, estas sensaciones, he salido de la oficina, con un ejemplar de la novela en la mano. Orgulloso, sonriente, ilusionado, feliz.
Y la he mostrado a quienes ya la esperaban. Felicitaciones, besos, sonrisas, intentos de compra inmediata…
He intentado que me fotografiaran allí mismo, en ese momento, pero hoy no era posible. Así que a mi pesar he tenido que esperar a llegar a casa y aquí hemos retratado a la criatura, junto a la pantalla donde una séptima parte de ella se fue gestando, en manos de uno de los siete progenitores, sentado en la silla donde ahora está sentado mientras teclea y escucha una pieza del primer libro del clave bien temperado de Johan Sebastian Bach.
La novela ha saltado de las pantallas al papel


En el rincón donde escribo habitualmente.
Orgulloso de haber colaborado con mis amigos
para llegar hasta aquí... de momento

9 comentarios:

Ana J. dijo...

Pero qué bien te sienta la paternidad!!!!
Qué alegría que ya tengas el libro en tus manos! Es algo impresionante, ¿verdad?
Suscribo tus palabras.
Ahora tenemos una tarea grande por delante, pero ilusiona y estimula tanto...
Un abrazo enorme.
Y muchos más para el resto de los 7 plumas y nuestros lectores/comentaristas/amigos

Isolda Wagner dijo...

¡Por fin, real entre tus manos! Le habrá llegado también a Anabel?
Parece como si el post-it verde en el ordenador, lo tuvierais los 7 en el mismo lugar. Me muero por leerlo de un tirón. Gracias Amando, gracias a todos y a Francisco por la sorpresa de la última frase! Ahí no hemos podido intervenir... simplemente es fantástica.
Manos a la obra, por nuestra parte no quedará, la vamos a disfrutar y a difundir como se merece.
Un beso y seis más.

P.S. Parecéis primerizos, jaja.

Flamenco Rojo dijo...

Sabéis lo que me alegro de este alumbramiento, entre otras cosas porque si no soy uno de los padres de la criatura, me siento un tío carnal. Enhorabuena.

Un abrazo, hoy extendido a los demás plumigos.

FranCCø dijo...

Amando, no se te escapa ni esa frase escondida en esas páginas de lo que se llama "la resaca".
Es un honor que compartas con nosotros tu rincón creativo. En un rincón creo reconocer esa flor que te regalaron en Zaragoza.

El post es otro regalo que nos haces a todos, autores, lectores, padrinos de la novela y amigos.

Isolda, en lo único que no han intervenido los lectores ha sido en esa última frase. Pero en maquetación las musas me la dictaron. Es un obsequio para los lectores y para aquellos que dudan.

Flamenco, no dudes que eras uno de los padres de la criatura. Hacemos la prueba del ADN y no hay duda.

Mercedes Pinto dijo...

No me extraña que estéis tan sumamente orgullosos de la criatura, ha sido un embarazo de alto riesgo, que podríais haber abortado y así libraros de esos meses de dedicación e incertidumbre que no sabíais y llegarían a buen puerto. En vuestro caso, la alegría es doble, porque doble ha sido el esfuerzo y la fe que habéis puesto en este proyecto.
Pronto la tendré en mis manos y, aunque conozco el proceso de gestación, o tal vez por ello, estoy deseando leerla mientras la acuno.
Parece mentira, pero ¡sí!, la criatura ha nacido sana y fuerte.
Abrazos para los padres y padrinos.

Anónimo dijo...

Te falta una tilde querido.

Amando Carabias dijo...

Muchas gracias a todos por vuestras palabras y por vuestros ánimos. Este proyecto es colectivo y el colectivo es más amplio que el de los autores, también los lectores y comentaristas tienen su parte...
Incluso los anónimos que olvidan que el vocativo se introduce con una coma, y no especifican dónde está ausente la tilde... Porque me imagino no se referirá al primer relativo, que no es interrogativo

María dijo...

Lo de los "anónimos" me encanta, que fácil es criticar, al ampara del anonimato. Un día de estos, me voy a hacer anónima.

Felicidades Amando, por tener ya en tus manos LA NOVELA, yo estoy a la espera, aunque con tanta fiesta por medio, ya veremos...

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Parece que Concepción es más avispado que Carabias. Ha puesto la tilde.