1 jun 2010

El bombón.


Ahora que la madrugada de las tierras más altas de la Meseta Central de la Península Ibérica ha aliviado las temperaturas extrañamente veraniegas, recuerdo la madrugada del lunes 31 de mayo, o lo que es lo mismo la madrugada del domingo al lunes.
En la víspera de que FranCo, el ideólogo de todo este puzzle que al final encajará, suba el capítulo 11 de esta novela, quería compartir con ustedes mi experiencia sobre la escritura del capítulo anterior, que empezó, en realidad, acodado a una ventana, mientras me fumaba un cigarrillo.
Dácil me había dejado un bombón. Lo he comentado en varias ocasiones, y también lo quería dejar escrito aquí. Pero tardé un poco en ver exactamente las cualidades concretas de semejante dulce, será que no soy muy goloso.
Es verdad, y también está publicado, que me siento en seis séptimas partes lector de la novela, sólo ejerzo como escribidor de ella en una séptima parte; pero aún así reconozco que la lectura de los capítulos segundo, noveno, décimo sexto, vigésimo segundo, etcétera, para mí serán lecturas muy especiales, pues tengo que recoger un testigo y pasarlo en condiciones al siguiente. (De esto último hablaré más tarde).
De inmediato descubrí que había un dulce exquisito, pero tenía varias posibilidades, para empezar la de haberlo dejado ahí, para que otro lo aprovechara. Por ejemplo me podría haber sentado en el puesto de copíloto, a la izquiera de Déborah y haber regresado con ella a Edimburgo, o quizá haber continuado hacia Cramond, a casa de Amy Joyce. Pero no pude ceder a la tentación. Era demasiado evidente.
Una vez decidido que seguría a Sophie camino de las entrañas del bosque de Hillwood, aquel domingo decidí no pensar en nada más. Decidí esperar a que llegara el lunes, y este día dedicarlo a ser la sombra de nuestra protagonista.
Ya digo, me fumaba un cigarrillo antes de acostarme, con la máquina infernal felizmente apagada ya, y con el sueño acariciándome los párpados, cuando tuve una especie de fogonazo.
No sé cómo explicarlo mejor, pero así lo sentí. Supe que lo mejor que podría hacer era colarme en el interior de Sophie e intentar averiguar qué ocurría por sus neuronas.
Por otra parte, más de un comentario se había vertido entre los lectores sobre la necesidad de calmar un poco la velocidad de la acción, pues se tenía la sensación de ir demasiado deprisa. Y, lo más importante, pensaba que, a veces para adentrarse en el futuro, es necesario conocer el pasado, y para que el árbol crezca alto y robusto, la raíz tiene que ser honda y firme.
¿Y qué mejor metáfora que un bosque?
¿No les pasa a ustedes, cuando están pensando en sus cosas, cuando la cabeza vaga a su albedrío que saltan de un tema a otro como las ardillas lo hacen de árbol en árbol?
Pasean por la calle se cruzan con una joven atractiva y piensan lo guapa que es la chica, o lo guapo que es el chico, pero en ese momento, cruza ante ustedes una motocicleta metiendo un ruido ensordecedor, y seguro que piensan alguna jaculatoria en arameo, o de pronto recuerdan cómo se ha puesto la vida, o se acuerdan, pues algo se lo recordó, que a la pobre mamá le gustaba mucho pasear por esta calle, precisamente a esta hora, qué casualidad...
Lo demás fue dejarme llevar, zambullirme y dejar que los dedos hicieran el resto... Me aislé del mundo con la ayuda de la música de Bruckner (que seleccioné a propósito, pues necesitaba inmensos adagios que me condujeran a espacios de infinita soledad), y pedí permiso a Sophie. Y vaya, me lo concedió.
Lo importante en este caso, pues, no fue el momento de la escritura, sino el instante en que abrí el bombón que me habían regalado y descubrí cuál era su sabor.
Y como siempre he dicho, para mí está siendo especialmente emotivo formar parte de un equipo, tener en cuenta siempre que no soy el único de quien depende la historia, que aunque mi camino haya optado por algo, no tengo que llevar a un callejón sin salida, sino que tengo que continuar dejando senderos, por los que otros puedan transitar.
Mi deseo es que fuera un bombón, como a mí me dejaron, pero no todos tenemos la misma capacidad, y si yo tengo la fortuna de verme precedido por Dácil, quizá yo lo haga peor, y complique las cosas a FranCo. Intento los contrario, sólo espero que mi bombón esté la mitad de rico de lo que me supo el que me dio Dácil el domingo treinta de mayo.

7 comentarios:

Ana J. dijo...

Primero nos introdujiste en el bosque y en la mente de Sophie. Ahora en la tuya. Y en tu corazón.
Gracias, Amando, por ser tan generoso.

FranCo dijo...

Amando, resulta interesante leer como inicias el planteamiento de tu capítulo. Me gusta eso de acompañar a Sophie a dentro del bosque. A estas cosas me he referido siempre cuando hablaba de escribir sobre nuestra experiencia paralela, resulta muy revelador.

Y yo prefiero leer a escribir, ahora que tengo que empezar mi capítulo y a penas me quedan horas.

Amando Carabias dijo...

Creo, siempre lo he creído, desde que se inició este proyecto, y lo hemos dicho ya varias veces, que me parece tan importante la historia (obviemente, es la razón de ser de este blog), como todo el proceso de creación y de intercambio que se puede producir entre lectores y autores, entre lectores y entre autores. Y en todo este proceso, no me parece lo menor, la reflexión compartida sobre el propio proceso de la creación... (ya me salieron los palabros solemnes), quiero decir, compartir con vosotros (co-autores y lectores) qué ha pasado por mi cabeza cuando me enfrento a la situación que me ha regalado Dácil, pero que, por otra parte, no me la ha regalado ella sola, sino que ha traído hasta mí embadurnada con las aportaciones del resto de los capítulos y del resto de los comentarios vertidos aquí y allá.
Sé que el camino interior del escritor para llegar a sus textos, no es lo más importante, pues si los textos no reúnen calidad, lo demás importa más bien poco, pero en este caso en que todo se produce en tiempo real y se detiene la lectura de la narración, puede haber tiempo, también, para ilustrar nuestros sentimientos.

Dácil Martín dijo...

Hoy hago fiesta a los niños. Abrí el ordenador para consultar el tiempo con la esperanza de que el viento amainase y nada, irá a más, llevándose eso sí la calima al Atlántico.Y, me he encontrado con un bombón. Esta segunda vuelta de escribir en 7 plumas va consolidando la amistad, la especial relación donde, como en un corro, tomas una mano y cedes la otra, todos siguiendo el baile y la emoción. No sé si es el destino, el internet o las señales extrasensorisales de Sophie,jeje, pero es una suerte este proyecto. Gracias Amando, un abrazo

Inma Vinuesa dijo...

Cuando estas viviendo acontecimientos que te llenan el alma, es curioso como hay detalles, frases, miradas que te inspiran para que ese hecho se acreciente.
Llevo dos semanas de constantes toques analíticos: Inma imagínate que tu eres el personaje del que escribes no le pongas frases o acciones que no haría, me dejas un buen testigo, conforme lees y relees el capítulo anterior más jugo y más jugo sale, los comentarios ricos, ricos, la abstracción de los momentos de soledad que vagan sin quererlo a la novela, el hablar constantemente del proyecto sin nombrarlo, no hace falta todos lo tenemos en la mente.
Gracias Amando por esta caja de bombones, hay de muchos sabores.
Un abrazo a todos de corazón.

Isolda Wagner dijo...

Si vosotros os sentís afortunados con este proyecto, imaginad cómo nos sentimos los lectores. Asistimos en primera línea al parto de dos historias paralelas, refundidas a su vez, por siete personas con sensibilidad y corazón.
7 besos.

Anabel dijo...

Gracias por abrirnos la mente de Sophie y la tuya propia.

Fascinante esta trastienda. Hemos de continuarla.

Saludos,

Anabel, la Cuentista