19 nov 2010

Lupas, brújulas, mapas y misterios.





Recojo el guante que Ana J lanza en el artículo de más abajo y que, por si fuera poco, también Flamenco Rojo había lanzado en uno de sus comentarios.
La pregunta directa, clara y contundente es: ¿Cómo escribís vosotros?
Pero me parece que antes que ésta, habrá que contestar otra que en días como el de hoy se me hacen especialmente acuciantes, casi como si me la hiciera un policía (pongamos que el teniente Scout, o el subcomisario del Río), durante un grave interrogatorio, eso que llaman tercer grado, digo que antes habrá que contestar otra: ¿Por qué escribo?
Es una cuestión recurrente, casi como hablar del tiempo o, en el caso de los edimburgueses, comentar el último programa de La Dama...
(Por cierto, aunque sea una digresión, hoy que es viernes, ahora que ya ha oscurecido, qué harán en Edimburgo si Sophie ya está en Osaka cuidando de Jackito).
Y la respuesta a esa pregunta es que no sé por qué lo hago, pero sé que lo necesito, sé que hay algo en mi interior que me empuja a ello. A estas alturas no sé si se tratará de una adicción o de una necesidad, pero no puedo evitarlo. Necesito contar historias o ahondar en mis sentimientos o buscar una explicación a la ecuación absurda de mi vida (y perdón por citarme) y el único vehículo con el cual puedo satisfacer esta necesidad es la escritura.
Y sin embargo, a uno le queda la extraña sensación. ¿Por qué me complico tanto la existencia si no hay nadie que me obligue, si el tiempo no me sobra, si podría dedicarme a otros menesteres que también me llenarían los minutos, los días, las semanas, los meses, los años y la vida?
Me gustan tantas cosas, disfruto con tantas que a mí mismo me extraña esta dedicación.

Dado que la pregunta tiene mala respuesta, o no la tiene, simplemente, intentaré contestar a la que nos hacía Ana.
Cuando escribo tengo la impresión de que soy un explorador o un detective o un viajero... Mejor un viajero, aunque en la última novela que escribí me asomé a cierto abismo que más parecía la entrada en un territorio desconocido...
Ana decía que ella necesitaba tener la idea clara, sentirla casi físicamente y entonces, sólo entonces, era capaz de ponerse a la tarea... A mí no me pasa tal cosa. Más que una idea lo que tengo es una intuición, o un asunto, quiero decir, algo muy vago, inconcreto. Muchas veces es una frase, un verso, una imagen clavada en las neuronas. Intuyo que algo puede suceder: una historia, un poema, un micro, una novela... y entonces me pongo a escribir. Dejo -si el silencio me acompaña es más fácil, si no busco la ayuda de la música clásica para construirme un sólido edificio que me aísle del mundo- que los dedos se declaren república independiente del resto de mi ser y se pongan a lo suyo, que no es otra cosa que intentar trenzar frases de modo coherente... Si en poco tiempo no he descubierto hacia dónde quiero ir, lo más probable es que la tarea no haya sido mucho más que un entrenamiento para que los dedos no se queden fríos. Sucederá como esos futbolistas que se pasan veinte minutos calentando en la banda deseando que su entrenador los saque a la cancha, pero que a última hora regresan al banquillo bastante enfadados con su entrenador o con su suerte.
Pero si ocurre lo contrario y descubro un camino, entonces me convierto en investigador de la historia o explorador o viajero. Y no necesito del mapa, necesito de una brújula para saber que voy en la dirección correcta, necesito de una lupa para que algo importante no me pase desapercibido...
También me convierto en apasionado lector de una historia que se escribe ante mis ojos, como si yo no tuviera mucho que ver con ella. Es una sensación extrañísima, pero es real. Estoy ante una página y escribo, escribo, escribo. De pronto, detengo ese tránsito y vuelvo la vista a lo realizado. Llegan las primeras correcciones, pero en ese instante no me importan, porque en relidad, me he tornado lector de una historia que se abre ante mí mismo, que, por desgracia quedará truncada unos renglones más abajo. Y esa sensación que la escritura truncada deja al lector, es la que me impulsa, como un trampolín invisible, a continuar con la tarea...

Y todo era así, hasta hace un tiempo, no mucho, en que he descubierto que escribir, en verdad es, además de lo anterior, volver a casa, y con las notas tomadas en el camino (por muy elaboradas que estén), ponerse a dibujar el mapa. Cartografiar cada paso con precisión y minuciosidad.
Hay escritores (quizá los mejores, acaso los más grandes) que antes de ponerse a la tarea toman notas, elaboran esquemas, pergeñan escenas, dibujan bocetos del carácter de sus personajes, elaboran materiales de notas, investigan en hemerotecas o bibliotecas y se documentan... Pues bien, todo eso que no soy capaz de hacer de ese modo tan sistemático (y que probablemente sea crucial) en realidad es lo que siempre he llamado escribir con brújula.
Quizá me pueda la impaciencia que disimulo y me caracteriza. Pero ahora sé (por fin sé) que después de haber realizado la exploración, haber vuelto del viaje, haber descubierto misterios, tengo que trabajar más, tengo que tachar, corregir, podar...
Entonces me convierto otra vez en lector de mí mismo. Esta vez, como ya conozco la historia procuro ser más crítico (aunque nunca se es lo suficiente), y me corrijo, si sé y puedo. En este tiempo he aprendido que es en esta fase en la que hay que ser drástico; en este momento se pueden usar las tijeras de poda más grandes, se puede hacer lo que se quiera, porque el viaje está hecho.
Y ya, el silencio importa menos, y ya casi no importa invertir menos tiempo en la tarea, pues al fin y al cabo sabes el camino, sabes el destino y hasta has contemplado ese lugar que los demás aún desconocen.

17 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Es un tratado en toda regla. Si alguien es capaz de explicar cómo escribe, de esta manera, el sentido común dice que es un verdadero escritor.
Ya no tengo adjetivos; Amando te tendrás que conformar con besos admirados.

Amando Carabias dijo...

Justo iba a apagar el ordenador. El sueño está a punto de noquearme, y me encuentro con estas palabras.
La verdad es que a esto se llama ilusión metida en vena.
Un beso agradecido y feliz

Ángeles Hernández dijo...

Gracias Amando:
Primero por seguir dándonos "trapillo" a los adictos a siete plumas; segundo y más importante, por desnudar tu alma de escritor, por confesar tu adición, por descubrirnos tus trucos.

García Márquez ( ya lo comentamos en su día) decía que necesitaba una idea yque apartir de ahí iba enhebrando palabras quellegaban a completar una historía, también decía que la poda es fundamental.

O sea que mutatis-mutandi: Amando=Gabo, porque él también es un gran melómano.

No me he pasado en la comparación, es lo que se ha ocurrido al leer tu trayectoria
y tus maneras.

Hasta mañana Á.

Amando Carabias dijo...

Aunque se agradace, convendría no pasarse, que, al final pasa lo que pasa.
Y además los culpables son Ana y Flamenco que no hacen más que incitar.
Sólo faltan otros cinco para explicarse.

Flamenco Rojo dijo...

Después de dos años cazcaleando por tus calles, puedo decir que te conozco, casi, como si te hubiera parío...¿no dicen eso alguna gente?. Ahora sin broma...sabía que ibas a ser de los primeros en recoger el guante y desnudar tu alma como dice Ángeles...Ahora, la respuesta ha sido muy "política"...sí pero no, no pero sí...

Un abrazo y buen fin de semana para todos.

Ana J. dijo...

¿Que podas mucho? ¿Pues cuánto escribes?
Ay, Dios mío, qué sentimiento de chapuzas que me entra!
Como Isolda, pienso que has hecho todo un cuerpo teórico sobre lo que significa escribir escribir.
Impresionada me quedo, muy impresionada.
Un besazo desbrujulado

FranCo dijo...

Tras leer los post de Ana J. y Amando, se confirma algo que ya sabía, y es que en esto de escribir existen tantas formas, estilos y manías como pelos en la cabeza (no de calvos).

Ana ha lanzado el guante, como en las escenas de las películas de los años ¿treinta?, donde la dama dejaba caer su guante o su pañuelo para que el caballero, aunque tuviera una lumbalgia que lo mataba, se tenía que agachar a recogerlo y entregarlo a la bella dama. Este es el caso, Amando caballero lo recogió y yo no voy a ser menos.
Y para colmo Amando remata la corrida (de toros) con un: “Sólo faltan otros cinco para explicarse.” No hay escapatoria.

María dijo...

Amando, ya sabes de mi admiración, por los que escriben, en general, y por ti, en particular, así que no me queda más que decir: Gracias por estar ahí.

Besico y "abracicos" (qué también lo decimos por aquí).

Inma Vinuesa dijo...

Amando yo creo que no era necesario que nos explicaras como escribes, aunque como siempre ha sido maravilloso la forma como lo cuentas.
Y te digo que no era necesario porque: ¿Acaso haces otra cosa que no sea escribir? Es tu vida, escribir es tu vida, no hay más ni menos.
Que maravilloso regalo que te hayamos conocido para disfrutarlo.

catherine dijo...

Buen título para una novela de detective o de explorador.
Como dicen Isolda y Flamenco ya te conocemos muy bien. Creo que hubo una larga entrada con este tema o varias en tu blog.
Gracias por contarlo otra vez, por este paseo en tu mundo.
Besos escribidor.

Amando Carabias dijo...

Flamenco Rojo:
La verdad es que me conocéis bien alguno, lo cual lejos de importarme me agrada.
Más que política, yo diría que es guadianesca. POrque a veces ocuure de un modo, y otras de otro.

Ana:
Cuando digo que podo mucho, en realidad tendría que haber dicho que podo y retoco mucho. Podo no sólo en el sentido más drásticoa, eso ocurre en la primera versión en la que yo sólo leo, ni siquiera las que salen más calientes, con más velocidad -como este mismo artículo- sale a la primera sin un par de correcciones, mínimo. Y luego, luego es una poda manual. Tengo mucho peligro, pero que mucho peligro.
Y es verdad que escribo, escribo mucho. Ahora de otra manera. Y da la impresión de que no escribo. Pero antes que no publicaba (como ahora que lo hago en la red en varios blog, tal y como sabéis) nada escribía un montón.
Ocurre que sobre este tema he reflexionado en muchas ocasiones, en público y en privado. Mi diario, por ejemplo está lleno de reflexiones sobre este tema.

FranCo
Efectivamente, como bien dices, se escribe de tantos modos como escritores hay. Quizá compartamos algunas cosas, y otras no tanto. De todos modos de los tres casos aquí expuestos (el de Ana, el tuyo y el mío) hay una cosa en común que cada uno logramos de un modo: necesitamos aislarnos del mundo exterior para entrar en barrena en nuestro mundo, aunque sea el mundo quien nos provoque a la escritura, como es tu caso.

María:
Muchas gracias por tus palabras y, sobre todo, muchas gracias por leernos y por leerme. Es todo un gusto y un privilegio el poder contar con la opinión directa de un lector.
Esta es de las ventajas más grandes de internet.

Inma Vinuesa:
Es una forma de verlo. Pero creo que tienes razón, hasta trabajo para escribir. Es lo que realmente me ocupa y me preocupa. Y no he acabado con un proyecto cuando me estoy embarcando en otro. Y a veces me desespero porque no llego, pero otras veces me digo que no sirvo porque no me traigo nada entre manos.
Como me ha dicho hoy una grandísima amiga (¿o fue ayer,ya no recuerdo?) a ver si es posible que, aunque sólo sea por repetición e insistencia se consigue que alguna cosa relativa a la publicación de algún libro.
Muchas gracias por las palabras y gracias por esa perspicacia.
Y no te equivoques, la suerte ha sido mía. Es difícil que en un grupo de escritores se respire este ambiente. El privilegio es mío.

Catherine:
¿Sólo un artículo...?
Si a veces pienso que me repito continuamente... Hay varios artículos que podrían titularse Variaciones Amandoberg o variaciones de un escribidor en apuros

Amando Carabias dijo...

Ana:
Sí, escribo y escribo y no digo lo que quiero.
Te iba a decir, después de reconocer que escribo mucho, que no sé si eso es bueno. Ya no lo sé. Incluso a veces me digo a mí mismo que es un grandísimo error.
(¿Ves como necesito corregir, retocar y podar?)

Ana J. dijo...

Amando, podas y retocas tanto porque te gusta encontrar la palabra justa para la frase adecuada.
Insisto: ya me gustaría a mí.
Besos, besos

Anabel dijo...

Sí, señor.

Yo también soy escritora de brújula. Debe ser que no sé leer los mapas y siempre me desvío del camino principal: me atraen mucho los secundarios.

Sí, señor.

No se me ocurre más que darte las gracias, maestro.

De todo lo tuyo hay que tomar notas.

Un besico

Amando Carabias dijo...

Ana J:
Perdón por el despiste... Sí, creo en eso, creo que si nuestro medio de comunicación es la palabra hay que procurar que brille al máximo. Y no sólo tiene que estar bien la bombilla, se ha de limpiar la lámpara, cada detalle...

Anabel
Pues si llegas a hacer cierto viaje con determinadas seis personas que a sí mismos se dicen escritores... Sin comentarios...
¡¡¡RECALCULANDO!!!

Marcos Alonso dijo...

Me está encantando esta serie de artículos porque no sólo (no puedo evitar los acentos -me ocurre igual que con los euros, sigo contando en pesetas-)me sirve para conocer un poco más a sus autores sino a mí mismo, y es que leyéndolos, por ejemplo a Amando, me doy cuenta de cosas que también hago y que hasta ahora no había reparado en ellas. Me ha gustado el ejemplo del futbolista suplente porque describe a la perfección esa navegación a ciegas y sin brújula o mapas, vamos como el mismísimo Colón, al menos a él la cosa le salió redonda.
Bs y Az

Amando Carabias dijo...

Marcos:
Pero tardó un tiempo en enterarse... digo Colón.