20 jul 2010

Ante un menú exquisito.

Blueberry scones with lemon
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Hace unos capítulos (en realidad muy pocos, pero como el tiempo pasa parece que fue hace un siglo), escribí que Dácil me había entregado un bombón.
Y lo reafirmo.

En este caso, no ha sido un bombón, sino un menú completo. Y no se trata de uno de esos platos del día que son obligatorios en cualquier restorán del país. Se trataba de una comida en toda regla: exquisita, contundente, de platos consistentes, sanos y nutritivos, con su toque de creatividad.
Tres platos.

El entrante, quizá esos blueberry scones with lemon de la fotografía, es una estrofa de Óscar Wilde que en realidad sirve para atisbar en lo hondo de nuestra detective Deborah Sullivan. Esa mujer de curvas imposibles, que, en apariencia, resulta un desastre, y, sin embargo, va a ser determinante en la historia, salvo accidente fatal. Es lo que tiene la vida, que se acaba en cualquier momento, a veces sin previo aviso. Hace poco ella misma tuvo uno. También se lo podríamos preguntar al pobre Eddy.
(Antes de seguir, y entre paréntesis, estos tres versos tienen una traducción exquisita.
Espero que Dácil nos diga de qué edición los obtuvo o si se deben a su propio puño y letra. Quien los haya traducido ha hecho mucho más, los ha vertido al castellano como si los hubiera escrito un poeta que escribe en español: dos endecasílabos y un heptasílabo tan sugestivos y perfectos que deslumbran:
Y por la larga y silenciosa calle
en sandalias de plata asomó el alba
como niña asustada.
Tres versos para la esperanza – el amanecer- y la melancolía – niña asustada-, con el sugestivo toque de un metal precioso – lo que es muy querido para este colectivo de siete plumas -, con el detalle de la calle -larga y silenciosa - que nos remite a las desapariciones del abuelo y los padres de Sophie).

Pero en realidad se trata de descubrirnos que Deborah actúa, no como detective que ha contratado la propia Sophie, ni siquiera como detective contratada por Purplestone, ni siquiera como detective contratado por la familia Donaldson… ¿Qué hace, entonces Deborah?
Este primer plato, si se come deprisa puede parecer contradictorio,
 y sin embargo, si se degusta se llega a la conclusión evidente. Es un ingrediente que está presente, pero que pasa desapercibido por todo lo demás que luego vendrá, con su contundencia, a hacernos olvidar esto: “su corazón quedaba en un continuo estado de congoja, inexplicablemente inconsolable.” Es el corazón de la detective el que domina toda la escena, es ese cariño por Sophie que todavía no sabemos si es más, aunque algo se empieza a intuir. ¿Deborah, en realidad, está actuando como escudo protector de Sophie, como sombra que protege del sol abrasante del estío más ardiente, como cálida cobija en las noches más heladas del invierno, ésas, queridos compañeros que en el archipiélago desconocéis, pero que Anabel y servidor sufrimos durante muchos meses al cabo del año?

Sin embargo, al llegar el segundo plato, una espléndida y gigantesca carne bien asada –sin aditamentos, salvo un poco de sal-, es como si se nos olvidara lo anterior. Deborah sigue siendo el hilo conductor, pero en realidad descubrimos más, algo de tal potencia que por sí mismo decanta el espléndido menú a su favor, casi como si no hubiéramos comido otra cosa.
Purplestone.
Pero más aún que el nombre, lo que representa.
Cuando leí: “una firma de mercenarios con más de 100.000 soldados, con bases militares privadas dispersas por el planeta, y con su propia división privada de inteligencia”, sentí que me asomaba a un precipicio. Nos acercábamos a algo realmente trascendente. Llegábamos, probablemente, al nudo gordiano de la novela. Estaba puesto, negro sobre blanco, una de las más crueles y oscuras realidades de nuestra civilización, quizá de la historia de la humanidad al completo: la existencia de opacas, casi invisibles, y poderosas organizaciones que, en paralelo a los propios estados, actúan, bien para proteger sus propios intereses (normalmente espurios), bien para hacer el trabajo sucio a otros (gobiernos incluidos). Los mercenarios (es decir hombres y mujeres que son capaces de arriesgar su vida y de acabar con la de otros sólo por dinero, sin que ningún otro ideal o ideología les mueva) han existido desde que el hombre es hombre. Sin irnos muy lejos en la geografía, pensemos que uno de los héroes españoles, el Cid Campeador, se convirtió en mercenario. Sé que suena duro, pero así es.
El enlace que nos regaló en uno de sus comentarios Francisco Concepción me dejó más perplejo aún. Y pensé nada más leerlo, ‘Si esto está en la Wikipedia, ¿qué habrá detrás, qué actividades realizarán que ni siquiera se intuyen o se intuyen demasiado bien?’.
Pero el vértigo se aceleró más aún.
Empujado por una intuición a la que sin duda me condujo el postre del que ahora hablaré, indagué sobre el primer nombre propuesto para la citada empresa o corporación o como se diga. Desde la primera lectura, me dio en el olfato que aquello que proponía la tocaya de la princesa guanche que se enamoró del soldado ‘godo’ que arribó a las Islas Afortunadas, tenía todas las posibilidades de parecerse bastante a la realidad. Y no tardé mucho, menos de diez minutos, en encontrarlo. Uno que es inexperto en estas lides y simplemente utilizó una búsqueda sencilla ayudado por san Gúguel, se asustó de verdad.
¿Simple coincidencia? ¿Hay algo en el ambiente que nos está conduciendo hasta algo así? ¿La puesta al servicio del grupo de las cualidades de cada quien?

El postre.
En el postre estaba la respuesta.
El profesor James Smith reaparecía. El profesor de la Facultad de Parapsicología de la Universidad de Edimburgo, después de encontrar a un hindú con un sistar al hombro, sube sonriente las escaleras de la facultad.
En estos días he leído algo acerca de estas facultades y de estos fenómenos. Nunca me han gustado estos temas, y por tanto lo desconozco todo de ellos. Además soy bastante incrédulo al respecto, pero leí que uno de los impulsores de este tipo de estudios parapsicológicos es el propio Karl Jüng un psicólogo que me merece toda confianza. Su teoría sobre el inconsciente colectivo, el súper-yo, o como se quiera denominar, siempre me ha parecido no sólo inteligente, sino muy acertada.
Creo firmemente que algo de eso funciona cuando se escribe. Creo que la inspiración tiene mucho que ver con abrir los oídos y los ojos, pero no al modo usual, sino como si los sintonizáramos en una frecuencia especial, esa que sirve para captar los sonidos más recónditos e importantes de los corazones.

A mi modo de ver, las voces que nos llegan desde nuestro propio interior para que escribamos las andanzas de nuestra protagonista, ese anadear de Sophie, en busca de sus padres, son voces que nos hablan de la feroz lucha por la libertad contra quienes pretenden y siempre han pretendido, en nombre de banales afanes de superioridad, dominar el mundo y las vidas del común de los mortales. En el fondo es la lucha por la vida, la vida que merece ser vivida en plenitud y no coartada por quien se piensa que el resto ha venido para ser su esclavo.
Entonces y a la vista de todo esto, lo que tendremos que ir descubriendo es si Purplestone es la continuadora de la perversa obra que inició el nazismo y que muchos sostienen que aún no ha concluido, a pesar de la contundente derrota, o más bien como el MI5 hizo, intenta desbaratar cualquier intento de su resurgir.
Quizá ahora nos parezca que Purplestone está detrás de la desaparición de John Matthews y Lauren Joyce, e incluso de la anterior de Herman Meyer… Sin embargo bien podría suceder exactamente lo contrario, es decir, que por razones desde luego bien distintas que las de Sophie, estén del mismo lado. No olvidemos lo que dice el mayor Hutton al joven Persis: "La verdad es más terrible. Y estuvimos muy cerca de caer en sus manos. Muy cerca si no llega a ser por aquel soldado que teníamos en el sitio justo a la hora adecuada." 
Eso, sin duda, explicaría mucho mejor la actitud de Deborah…

Querida Dácil, con un menú como el que nos serviste, no podía hacer más que una maravillosa digestión, aunque me llevara tiempo encajar algunas piezas…

17 comentarios:

FranCo dijo...

Amando iba a empezar a escribir mi capítulo y me he tenido que quitar el sombrero ante este post.

Nos insinúas para la novela un camino muy interesante y escrito de una forma magestuosa. Haces una alegoría gastronómica sobresaliente.

Me retiro. Este tipo de post me intimidan. Ahora ya no sé que camino tomar.

Pero vamos a meterle un poquito de marcha, que llevamos un par de capítulos portándonos muy bien.

Amando Carabias dijo...

Marcha, marcha

Dácil Martín dijo...

He vuelto después de unos días de vacaciones en el norte de la Isla, y cuál ha sido mi sorpresa al encontrar esta apetitosa referencia de Amando; una magnífica reflexión sobre el rumbo que toma la novela.
Si me preguntan como es que se ha llegado a enlazar la información surgida sobre los ejércitos mercenarios, los poemas de Oscar Wilde, el sitár, como también las líneas de investigación que has hecho tú Amando, las piedras preciosas aportadas por Inma, las características de los personajes que se suman de todos, la casa gótica de Jack, la OMS donde estuvo trabajando Carlos, Radio Britannia, etc, etc, da la sensación, como cuentas tú Amando, que no somos nosotros quien lo hacemos sino una "casualidad" que se aprovecha de la novela para hacerse a la luz.
Por ejemplo, el poema de Oscar Wilde no lo busqué, él me encontró a mí. En verdad quería saber de algún poema escocés que tuviera relación con los rubíes de Sophie y, sin embargo, tropecé con este maravilloso poeta irlandés en la pantalla de mi ordenador.
Gracias Amando, aunque magnificas lo escrito por mí, pues si hay que degustar una buena comida literaria, la tuya es la que de ha comerse.

No soy muy buena para pegar información. Les dejo, al menos para que lo disfruten entero, el poema de Oscar Wilde que me encontró.



Casa de la ramera

Seguimos la huellas de pies que bailaban
hacia la calle alumbrada de luna
y nos detuvimos bajo la casa de la ramera.

Adentro, por sobre estrépito y movimiento,
oímos los músicos tocando a gran volumen
el «Treues Liebes Herz» de Strauss.

Como formas extrañas y grotescas,
realizando fantástico arabesco
corrían sombras detrás de las cortinas.

Vimos girar los fantasmales bailarines
al ritmo de violines y de cuernos
cual hojas negras llevadas por el viento.

Igual que marionetas tiradas de sus hilos
las siluetas de magros esqueletos
se deslizaban en la lenta cuadrilla.

Tomados de la mano
bailaban majestuosa zarabanda;
y el eco de las risas era agudo y crispado.

veces un títere de reloj apretaba
la amante inexistente contra el pecho,
y otras parecía que querían cantar.

A veces una horrible marioneta
se asomaba al umbral fumando un cigarrillo
Como cosa viviente.

Entonces, volviéndome a mi amor dije,
«Los muertos bailan con los muertos,
el polvo se arremolina con el polvo».

Pero ella escuchó el violín,
se apartó de mi lado y entró:
entró el Amor en casa de Lujuria.

Súbitamente, desentonó la melodía,
se fatigaron de danzar el vals,
las sombras dejaron de girar.

Y por la larga y silenciosa calle
en sandalias de plata asomó el alba
como niña asustada.

Versión de E. Caracciolo Trejo
Edición de Libros Río Nuevo 2001

Amando Carabias dijo...

Dácil, que hayas disfrutado.
Haces una enumeración que produce sorpresa, ya que en tan pocas páginas suceden cosas, muchas cosas en apariencia inconexas que, sin embargo se van conectando No es de extrañar que tengamos que pensar en algún tipo de fenómeno paranormal.

El poema en sí mismo, al completo, todavía me deja con los pelos más de punta por lo sumamente relacionado que está con mucho de lo que llevamos escrito.
En primer lugar, e hilándolo con el último comentario de FranCo, que, además, se enlaza con un pequeño debate que surgió días atrás, nos remite al sexo, al sexo de pago. No hace falta ser un línce para esta conclusión, pues el título despeja toda posible duda.
Ahora no se me olvida que el famoso callejón ante el que tiembla Sophie antes de tomar el autobús, tiene algún local que en algún momento se identificó con un posible burdel; ni se me olvida la presencia explícita de Amber en el principio del relato, de momento.
O este terceto:

A veces una horrible marioneta
se asomaba al umbral fumando un cigarrillo
Como cosa viviente.

¿No os recuerda algo? A mí sí: la presencia de esa silueta/sombra hedionda y fumadora (¿Sapo?) en el callejón.
Por no hablar de esa referencia a Strauss, músico alemán...
Y la mezcla entre amor y lujuria, esa lucha que se concreta en ese canto de violines que escucha la amante para abandonar al amado y que hace exclamar al poeta:
Entró el Amor en casa de Lujuria...
Todo esto justo antes de que amanezca...

Por cierto he visto varias traducciones de este poema, y la mejor con mucha diferencia es ésta.
No sé si es la más literal, quizá no, pero es la mejor sin duda.

Anónimo dijo...

Siempre me ha llamado la atención, que una novela que yo tardo unos días en leer, al escritor le haya costado años escribirla, es evidente que, cualquier escritor, no puede ser experto en todos los temas que toca, de ahí, que al final de la novela, aparezca un capítulo de agradecimientos a personas que han ayudado con sus conocimientos, incluso una relación de las fuentes consultadas.
Esto hace que vuestro trabajo, sea aún más valorado por mi, que siete personas, para escribir un capítulo tengan que buscar información que se relacione con el tema, que encaje con lo que piensan y escriben, el resto de escritores, creo que es una tarea muy, muy difícil. Además de compaginarlo con vuestras respectivas ocupaciones, o quitando tiempo de vuestras vacaciones, una muy loable tarea y supongo, en resumen UNA GRAN VOCACIÓN.

Amando Carabias dijo...

Creo, María, que esta era una de las pretensiones soñadas por FranCo cuando comenzó esta aventura: poder compartir con los lectores parte de ese proceso.
Es algo que parece singular, sí, eso de que un libro que el lector lee en relativamente poco tiempo, haya costado mucho más tiempo darle forma.
Pero ocurre con muchas cosas en esta vida. Con muchas.
Mi madre decía, y dice, lo poco que dura la comida en el plato después del tiempo que ha llevado prepararla. Y es verdad.
Pero es así de hermoso, cuando después de unas cuantas horas te das cuenta que has sido medianamente capaz de acercarte a lo que pretendías, das por bien empleado ese tiempo entre los fogones.
No sé qué opinaran las otras seis plumas, pero para mí esta vocación/pasión es mi verdadero descanso, mi verdadero quehacer, mis verdaderas vacaciones.
Por suerte o por desgracia, tengo otras obligaciones que cumplo del mejor modo. Todas ellas son necesarias y alguna de ellas imprescindible, pues de lo contrario no tendría de qué vivir.
Sin embargo escribir, aunque algunas veces duela, es lo más parecido a la plenitud que conozco. Serán manías, serán locuras, serán defectos, pero siento que si no escribo no soy yo en verdad. Y cuando después de una jornada de laboreo entre letras e ideas acabo cansado, entonces soy dichoso y siento que he sido fiel a mí mismo, lo que me acerca a la fidelidad a los demás.
Con lectores como tú, además, la tarea es mucho menos árida, porque el escritor sin lectores queda como huérfano...
La rosa es hermosísimas en sí misma, sin necesidad de que nadie lo diga, pero si no se vieran no lo sabríamos.
Un beso.

Ana J. dijo...

Sigo con la boca abierta. Magnífica forma de diseccionar el entramado de la historia y presentárnosla como un apetitos menú.
Ver cómo cada aspecto puede ir enlazándose con otro es impresionante. Y ese poema parece escrito para nosotros... o que nosotros lo hubiéramos tomado como guía. Las coincidencias de nombres y actividades, la inspiración que se orienta por determinados derroteros, a priori, inconexos para pasar a cobrar unidad en un giro inesperado.
Asombroso, excitante.
Un abrazo para todos

Isolda Wagner dijo...

Lo que me parece más fascinante de todo este trabajo, es que cada uno de los siete os sentís a la vez lectores y sois capaces de olvidaros de que también participais en la novela. Para empezar demuestra un grado de humildad, que no es muy corriente entre escritores y como dice María un gran interés, admiración y vocación por parte de todos. Me teneis impresionada y tengo que reconocer que con entradas como la de Amando, me pasa lo que a FranCo: me intimidan.
Besos enormes a los siete y adláteres.

Flamenco Rojo dijo...

Dácíl te entregó un bombón de menú y vos Amando habéis puesto la guinda al pastel. Tus entradas...muy trabajadas...como siempre.

Un abrazo.

Amando Carabias dijo...

La verdad, Ana, es que desde el domingo pasado tenía ganas de hacer algo así, pero estaba todo el tema muy candente, en el mejor sentido de la palabra. El debate en el capítulo 23, los descubrimientos que hicimos entre todos y, sobre todo, que tenía que prepararme para escribir.
Tenía ya ganas de entrar en el geriátrico, como se ha dicho, y es como si Dácil me hubiera abierto las puertas, y eso lo tenía que agradecer...
Un buen paseo suele venirle bien a mis neuronas, como alguno sabe.

Amando Carabias dijo...

Así es, Isolda. Pero es que si no actuáramos como lectores, incluso como lectores apasionados, sería imposible.
Creo que todos nosotros (ahora me parece que no me extralimito al ejerecer la portavocía del grupo) nos sabemos una séptima parte del proyecto. En realidad, algo menos, puesto que vuestras aportaciones (y no son pocas créeme)y ánimos también son una parte trascendental de este proyecto, por no hablar del trabajo de documentación de Flamenco.
Quizá por esa sensación de orquesta dirigida y coordianda por FranCo (chitón, no le digas nada, que no le gusta mucho), que quedó meridianamente clara desde el principio todos sabemos que los demás esperan de cada uno lo mejor que sepamos o podamos dar.
Creo que tampoco es para tanto la entrada, era una forma de hacer más llevadero el análisis del magnífico texto de Dácil.
Un beso.

Amando Carabias dijo...

Ya sabes, Flamenco Rojo que esto de escribir no me supone un esfuerzo grave. Si me lo hubiera supuesto no lo habría hecho. Y es que se hubiera notado. Muchas gracias por tus palabras.

Anabel dijo...

Estoy como FranCo: intimidada.

Que me dan ganas de apearme de este tren raudo e intrincado, con muchos vagones magnificamente acondicionados, un restaurante excelente, incluso una biblioteca y sala de descanso... No sé si tengo posibles para poder continúar en este apasionante viaje hacia... ¡Qué más da hacia dónde!

Tu post por sí sólo, Amando, vale la pena. Evidentemente se ha de ocnocer el contexto para entenderlo, pero es una maravilla. Es un estudio pormenorizado de tu desarrollo intelectual a la hora de analizar el capítulo anterior y construir el tuyo. Es una ventana abierta a tus conexiones neuronales y a un montón de información. Es la receta de cómo elaborar un fantástico banquete: tu capítulo.

¡Y yo que me creía buena cocinera! Voy a quemar mi delantal.

Intimidada estoy. Asombra, también.

Saludos.

Inma Vinuesa dijo...

Amando, no recuerdo haber tomado un menú tan exquisito y tan bien elaborado desde hace tiempo.
Los ingredientes de primera (capítulo de Dácil), la elaboración ¿donde está la estrella michelín que te la has ganado con creces?.
Magnífico, cada día me sorprendéis más, reconozco que con el tema nazi y con lo del santo grial me descoloqué un poco, veía que la trama se complicaba por temas que hay que dominar bastante para que sean fidedignos y creíbles, y por supuesto documentarnos y documentarnos, todo esto me daba mucho respeto, ahora solo me queda prometeros que me voy a poner al día e intentaré seguir en este restaurante de lujo aunque sea de limpiadora de los wc que también hacen falta.
Un besazo,y enhorabuena.

Amando Carabias dijo...

Anabel, si lo sé no lo escribo. No quería intimidar o cosas por el estilo. Es verdad que puede explicar un poco el modo en que he trabajado el capítulo, pero no es exacatamente así.
El capítulo salió con muchas apreturas: hasta muy tarde, si no recuerdo mal el martes por la mañana o el lunes por la noche, no di con lo de Himler.
Estás mucho mejor preparada que yo mismo para este viaje.
Además, ninguno sabemos a dónde nos lleva. Ya ves, de momento, hace unas horas con Sophie, la pobre en la cárcel.

Amando Carabias dijo...

Pues debe ser, Inma, lo único que sé cocinar, porque lo que es sartenes, cazueles y otros adminículos ni idea, ni idea.
Gracias por tus palabras, muchas gracias.

Anabel dijo...

No, Amando, no. Tú has de escribir y de escribir así como tú sabes, o sea, de manera magistral.

Puede ser que nos intimidemos, u otro palabro mal sonante que no voy a escribir, pero eso también nos obliga a no bajar el nivel, a estar alerta, a dar lo mejor de nosotros mismos aunque sólo sea para no hacer demasiado el ridículo.


Estar a tu altura nos obliga a todos a mejorar. Y eso es de agradecer (aunque tengamos que sudar tinta, nunca mejor dicho).

Saludos.