(Entrada de mi diario "El Surco de los Días"
Esta tarde, aprovechando las dudas de la tormenta, que aún se lo está pensando, me he acercado a la librería donde deposité unos ejemplares de Oscurece en Edimburgo y Versos como Carne con ocasión de la pasada Feria del Libro de Segovia.
En junio de 2011
currando a destajo
durante la Feria del Libro de Segovia
(FranCo, Dácil, Ana, y Amando) |
Viernes, 27 de julio de 2012
Cada vez que entro en una librería, me hago la misma reflexión que, por otra parte, he escrito en más de una ocasión: ante la cantidad, variedad, novedad y calidad que se oferta en las mesas y estanterías, me parece total y absolutamente milagroso que alguien se fije en alguno de mis libros; y más milagroso aún que lo compren.Esta tarde, aprovechando las dudas de la tormenta, que aún se lo está pensando, me he acercado a la librería donde deposité unos ejemplares de Oscurece en Edimburgo y Versos como Carne con ocasión de la pasada Feria del Libro de Segovia.
[Resulta que, debido al modo en que organizan la Feria, la Asociación de Libreros recibe en depósito y exprofeso los libros que va a poner a la venta en la caseta de la Asociación de Libreros de Segovia. Es decir, no llevan allí los fondos que tienen en sus librerías.]
Han pasado ya varios días desde que cerró esta edición, y, de pronto, he recordado que podía acercarme hasta allí para recoger nuevamente los ejemplares.
Estaba convencido de que me volvería a traer a casa los mismos libros. Iba, más o menos, como quien se acerca a la estación a recoger a los hijos que acaban de regresar de unos días en el campamento de verano.
Pero no, tal y como me ha dicho B., uno de ellos ha decidido no volver a casa, ha decidido ocupar otra estantería de otra vivienda, para que sean otras manos las que vayan pasando sus manos, y sean otros ojos quienes vayan descubriendo las peripecias de Sophie, Carlos Escobedo, Deborah Sullivan, Donaldson, Martin, Amy Joyce, Sapo…
Con un ejemplar más vendido no nos vamos a enriquecer precisamente —y menos aún aplicado el descuento correspondiente por tratarse de una feria—, se trata de otro tipo de ilusión; quizá algo parecido a la satisfacción del deber cumplido.
En la librería había pocos clientes. Una señora que se iba, otra que entraba, J., B. y yo mismo. Así que era buen momento para los comentarios.
Parece ser que la joven (pues se trataba de una mujer joven), no sabía qué escoger exactamente. B., para nuestra suerte, le ofreció uno de los ejemplares, y le comentó algo acerca de la novela. Quizá que estaba escrita entre siete personas que se habían conocido a través de Internet, quizá que uno de los autores era de esta ciudad. Quizá otra cosa. Quizá ambas... No sé exactamente. De lo que me he enterado bien ha sido de lo que muchacha le respondió: ‘Pues sí, me lo voy a llevar, porque hace tiempo que quería comprarlo’.
Otro milagro, otro enigma.
No he querido indagar más, no vaya a romperse toda la magia; prefiero seguir viviendo en el misterio, y soñar.
Al fin y al cabo es gratis.
Han pasado ya varios días desde que cerró esta edición, y, de pronto, he recordado que podía acercarme hasta allí para recoger nuevamente los ejemplares.
Estaba convencido de que me volvería a traer a casa los mismos libros. Iba, más o menos, como quien se acerca a la estación a recoger a los hijos que acaban de regresar de unos días en el campamento de verano.
Pero no, tal y como me ha dicho B., uno de ellos ha decidido no volver a casa, ha decidido ocupar otra estantería de otra vivienda, para que sean otras manos las que vayan pasando sus manos, y sean otros ojos quienes vayan descubriendo las peripecias de Sophie, Carlos Escobedo, Deborah Sullivan, Donaldson, Martin, Amy Joyce, Sapo…
Con un ejemplar más vendido no nos vamos a enriquecer precisamente —y menos aún aplicado el descuento correspondiente por tratarse de una feria—, se trata de otro tipo de ilusión; quizá algo parecido a la satisfacción del deber cumplido.
En la librería había pocos clientes. Una señora que se iba, otra que entraba, J., B. y yo mismo. Así que era buen momento para los comentarios.
Parece ser que la joven (pues se trataba de una mujer joven), no sabía qué escoger exactamente. B., para nuestra suerte, le ofreció uno de los ejemplares, y le comentó algo acerca de la novela. Quizá que estaba escrita entre siete personas que se habían conocido a través de Internet, quizá que uno de los autores era de esta ciudad. Quizá otra cosa. Quizá ambas... No sé exactamente. De lo que me he enterado bien ha sido de lo que muchacha le respondió: ‘Pues sí, me lo voy a llevar, porque hace tiempo que quería comprarlo’.
Otro milagro, otro enigma.
No he querido indagar más, no vaya a romperse toda la magia; prefiero seguir viviendo en el misterio, y soñar.
Al fin y al cabo es gratis.
7 comentarios:
¡Qué bueno! Ya lo dice la canción : la vida te da sorpresas. Me encanta que alguien se haya llevado Oscurece para destriparla y opinar sobre ella como entonces. La foto es estupenda. Cuatro de los siete, firmando! Eso no lo hace cualquiera!
Siete besos para siete plumas
Querido Amando, solo por la pasión que pones en esta crónica, bien merece la pena leerla. Es ilusionante.
Cuanta razón tienes. que dura resulta la competencia en la librería. Solo aquellos que han escrito un libro, son capaces de entender a lo que nos referimos.
Es una lucha para la conquista de pequeños/grandes reinos y que no es otro que unos nuevos ojos, un nuevo ser, un nuevo lector. Impresionante conquista. Más complicada que la conquista de Granada.
Ayer hice un comentario y no sé por qué no aparece aquí. Bueno, cosa de los duendes informáticos.
Lo importante es que he vuelto a sentir la excitación que sentimos, la grandísima ilusión que te proporciona el que alguien ELIJA tu libro. Cuando alguien decide que es tu libro, carne de tu carne, el que quiere leer, es como se hace realidad algo más que un sueño.
El hecho de que esa compradora, además, tuviera pensado comprarlo... ufff, qué subidón!!!
Me sumo a tus reflexiones, Amando. Muchísimas gracias por compartirlas.
Mila abrazos
Fue un placer, una sorpresa y quería compartirlo, más allá de su sitio habitual.
Ana, sólo para que no sueñes con fantasmas. Aunque a veces parezca lo contrario suele haber explicaciones sencillas. En este caso es que me mandaste un mail.
Lo que yo digo, que tengo la cabeza en las nubes...
Gracias, Amando. Ya estaba llamando a Iker Jiménez, pero veo que no va a ser necesario.
Un abrazo grande
Fantástico post que me retrotrae a tiempos no tan lejanos en lis que mi fuerza me daba para recorrer kms en busca de amigos y emociones.
"Oscurece en Edimburgo" y sus siete plumas merecen esto y mucho más .
Abrazos veraniegos desde el sur del sur de Á.
Soñar es gratis, pero para que se cumplan tienen que ir acompañado de mucho trabajo y del bueno.
Abrazos para los plumigos.
Pd.- Ángeles, me alegro saber de ti. Un beso.
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